jueves, 28 de febrero de 2013

FLESHGOD APOCALYPSE, Agony (2011)


Artista: Fleshgod Apocalypse
Álbum: Agony
Estilo: Symphonic/Technical Death Metal
Nota: 9/10



A estas alturas, curtido en mil y una batallas, habiendo degustado mil y una exquisitez, y también mil y una porquería infumable, uno piensa que ya no hay propuesta alguna que le pueda llegar a sorprender. Los géneros clásicos han tocado techo, por suerte se puede seguir disfrutando de excelentes lanzamientos de Heavy, Thrash, Black o Death (por citar algunos), pero posiblemente todas las obras magnas de dichos géneros se han parido ya, y difícilmente ningún nuevo lanzamiento, por bueno que sea, nos puede llegar a sorprender. Nos puede encantar, pero el elemento sorpresa está obsoleto.

Así pues, con la segunda década del siglo veintiuno en marcha, el futuro del metal radica en la capacidad de las nuevas formaciones para, a base de esfuerzo y creatividad, conseguir una correcta evolución del metal. En esta ardua tarea que no es para nada sencilla, parece que uno de los caminos más habituales a seguir es la fusión de estilos. Valga decir que a día de hoy los resultados cosechados con dicha forma de proceder, han sido sorprendentes y excelentes a partes iguales. Las jóvenes mentes creadoras actuales no conocen la palabra imposible y se atreven con todo, y si a eso le sumamos la calidad técnica que atesoran ya desde bien jovencitos, y la cantidad de material clásico del que pueden influenciarse, pues acaban saliendo piezas tan inversemblantes como la que os traigo a continuación.

Eso sí, para la locura extrema que hoy nos acontece, podéis preparar de antemano el bote de sal de fruta y la tortilla de aspirinas, pues el chaparrón sónico que os va a caer encima es tal, que vais a estar una semana arrastrando los pies y con la mirada perdida cual zombi aletargado. El que avisa no es traidor, así que yo me eximo de toda responsabilidad si a las primeras de cambio os explota la cabeza (literalmente hablando). ¿Creéis que exagero? Pronto lo vas a comprobar.

Llegados desde Italia, país no excesivamente destacado en cuanto a metal se refiere, que tuvo su relativo esplendor metalero con el Power Metal a  mediados de los noventa, con bandas del calibre de Labyrinth, Vision Divine, o Secret Sphere entre otros.  Y desde inicios han ido apareciendo toda una serie de interesantes bandas, que se mueven en los violentos derroteros del Brutal Death Metal. En el caso de Fleshgod Apocalyspe la propuesta va un poco más allá, Brutal Technical Metal fusionado con Simphonic Metal, y digo fusionado en vez de combinado porque la simbiosis es total, y los elementos orquestales no se limitan a momentos puntuales, si no que tienen la misma importancia y preponderancia que el resto de instrumentos. Vamos a ver que nos depara este “Agony”.

Arrancamos como suele ser habitual en este tipo de trabajos con la intro sinfónica de rigor “Temptation”, oscura, gélida, apocalíptica, preparándonos para la batalla, un metalhead con experiencia ya sabe que un inicio de este tipo esconde algo muy bestia detrás, pero no se hasta que punto puede estar preparado para la vorágine de “The Hipocrisy". ¡Menuda tormenta sonora! La batería echando chispas de buen principio, el frontman berreando como un poseso, los hachas quemando púa, y los violines  fundiendo arco a manta. Produciendo más fuego que en mismísimo infierno, ni el puto Satanás está preparado para tal aberración sónica. Aparecen las primeras voces limpias subiendo tanto el tono que están a punto de rozar el ridículo, por suerte salvan el tipo. Llueve el primer solo para darnos un respiro, es de los pocos momentos donde uno puede disfrutar del trabajo de las guitarras, pues el dominio los elementos sinfónicos y la batería es tan apabullante, que ahogan un poco el trabajo de los dos hachas.

¿Qué, cómo se te ha quedado el cuerpo? Boquiabierto, estoy seguro. Pues vas a tener que recuperarte rápido pues “The Imposition” viene igual de furiosa y desquiciante, no hay respiro alguno, seguimos por el mismo camino, todo tan denso, complejo y recargado que uno no sabe a donde acudir. Tranquilo colega no te pongas nervioso, este es solo tu primer asalto, vas a necesitar un montón de escuchas antes de que puedas saborear este trabajo tan barroco en toda su plenitud.

Un detalle enriquecedor muy a tener en cuenta es como empalman las canciones entre sí, el final (normalmente sinfónico) de una, sirve como hilo conductor de su predecesora, dotando así al plástico de gran homogeneidad. Y si ha esto le sumamos que las letras también funcionan de forma correlativa, narrando por fases la decadencia del ser humano, tenemos un todo aconsejable de disfrutar del tirón. Cincuenta minutos seguidos de estos tíos son mucha tela, pero yo ya os avisé de que este “Agony” no era una tarea fácil. Os animo a no desfallecer en el intento, y ya os adelanto que en la segunda mitad del disco aparecen algunos temas algo más “asequibles”.

Nos habíamos quedado en “The Deceit”, más de lo mismo, mucha leña, lo mejorcito es su final sinfónico in crescendo que nos prepara para uno de los mejores cortes del disco “The Violation”, más caña burra , a estas alturas Francesco Paoli ya debe haber roto dos juegos de parches de la batería ¡que coño le pasa a este tío! Menuda manera de aporrear dicho instrumento, un animal de bellota en toda regla.

Con “The Egoism” llega el prometido descanso, tema más machacón, bajamos las revoluciones y los imposibles blast beats son substituidos por una demoledora base de doble bombo sobre la que trabajan el resto de instrumentos. La frenada de velocidad viene perfecta para apreciar mejor las diversas voces de que dispone la banda, donde a parte del frontman/guitarrista Tommaso Riccardi, el resto también colaboran. En el minuto final el tema se embala de forma vertiginosa y es que Francesco Paoli estaba a punto de sufrir una crisis de ansiedad.

Vamos con “The Betrayal” (de que me sonará a mi esto, jeje). Menuda entrada sinfónica, puede que la mejor del disco, un poquito de “Dimmuborgismo”, el resto como era de esperar, mucha mantequilla y un final magistral para dar paso al tema más digerible del disco con diferencia. “The Forsaking” es una joyaza de tomo y lomo, solo por disfrutar de la profundidad y sutileza de este corte vale la pena haber aguantado la tremenda paliza que nos han dado los italianos hasta ahora. Creo que tema majestuoso sería la palabra correcta para definir esta maravilla.

“The Opression” es el último ataque visceral del disco, pero después del descanso de “The Forsaking” andas con las fuerzas renovadas, además a estas alturas el corte ya no te va a venir de sorpresa, digamos que ya estás entrenado para soportar lo que te echen. Ending con “Agony”, corte íntegramente de piano, un masaje relajante para los pocos que han sobrevivido a su extrema propuesta.

¿Y tú qué, has sobrevivido? Yo aquí estoy, aguantando como un campeón y me alegro por ello, pues a más escuchas más disfruto con este trabajo. Un disco que de inicio apabulla en exceso por la complejidad de su propuesta, pero que conforme se va desgranando gana enteros con una facilidad pasmosa. 

Y ahí van dos vídeos de competición, el potente "The Violation" y sobretodo el dramático e intenso "The Forsaking":



Temas:

1. Temptation
2. The Hypocrisy
3. The Imposition
4. The Deceit
5. The Violation
6. The Egoism
7. The Betrayal
8. The Forsaking
9. The Oppression
10. Agony

Formación:

Paolo Rossi: Bajo, voces limpias.
Francesco Paoli: Batería.
Cristiano Trionfera: Guitarra, arreglos orquestrales.
Tommaso Riccardi: Voz, guitarra.
Francesco Ferrini: Piano, orquesta.


sábado, 9 de febrero de 2013

JAMES LABRIE, Static Impulse (2010)



Artista: James Labrie
Álbum: Static Impulse
Estilo: Progressive/Modern Metal
Nota: 7/10




¿Os habéis preguntado alguna vez como sonaría la versión más moderna de Soilwork con una voz heavy? Pues hoy os traigo la respuesta. Cuarto disco en solitario del cantante de Dream Theater James Labrie, si bien comenzó su proyecto paralelo a Dream Theater llamándolo Mullmuzzler, bajo el cual sacó dos discos, en 2005 pasan  a llamarse directamente James Labrie. El canadiense ya quería llamar a su formación con su propio nombre desde buen inicio, pero la discográfica le aconsejó que no, y al cambiar de discográfica pues automáticamente cambio de nombre.

Y no le sentó precisamente bien el cambio de nombre a Labrie, pues su “Elements of Persuasion” de 2005 es un paso atrás importante en su carrera. La historia es que después de ofrecer un heavy progresivo, bastante similar a sus Dream Theater, en los dos primeros discos, en el tercero intenta un cambio de estilo adentrándose en las comerciales sendas del Metalcore mezclado con algo de Progresivo. El invento salió rana, y el disco es bastante flojo, no es fácil cambiar de estilo de la noche a la mañana por mucha calidad y experiencia que tengas. Pero Labrie, lejos de tirar la toalla, aprovechó el batacazo para reflexionar, aprender, cargar pilas y atacar de nuevo en 2010, con un disco que esta vez sí estaba a la altura.

Más listo que el hambre decide hacer un par de cambios en la formación que le sientan de maravilla. Por un lado substituye a Mike Mangini (que curiosamente acabaría siendo el batería de Dream Theater años después) por la bestia parda Peter Wildoer, sempiterno batería de los suecos Darkane y también un buen vocalista, como ya demostró en Non-Human Level y demuestra en este "Static Impulse". Y también le da el pasaporte al bajista Bryan Beller, que lo había acompañado en sus tres primeros discos, y ficha a Ray Riendeau conocido por su trabajo con Halford. Dos fichajes nuevos que son como un soplo de aire fresco para Labrie, aportando ganas y experiencia, consiguen que esta vez sí, la cosa funcione.
El plástico no tiene desperdicio, una interesante mezcla entre Modern Metal y Death Sueco, dominada por la voz de Labrie y combinada en ocasiones con la voz gutural de Wildoer. Un cóctel explosivo, atrevido, fresco, dinámico y con mucho gancho. Inmiscuyéndose incluso en muchos momentos en dinámicas más Metalcore, pero sin llegar a abusar de ellas. Podrá gustar más o menos, pero en su primera escucha la sorpresa es mayúscula.

El primer tema “One More Time” entra directísimo, ataque potente con Wildoer berreando como un poseso y uno se pregunta ¿dónde está Labrie? ¿Me habré equivocado de disco? Poco tarda en aparecer el canadiense haciéndose cargo del estribillo melódico del tema, que pone el contrapunto perfecto a la voz gutural de Wildoer y pasa a asumir el protagonismo. Gran inicio, un tema buenísimo de mucha pegada y con un solo de gran calidad (detalle que se irá repitiendo por suerte a lo largo del plástico).

Después de esta primera grata sorpresa seguimos por el mismo camino con el temazo “Jekyll or Hide”, tufillo total a Soilwork hasta el punto que el tema parece compuesto por el mismísimo Peter Wichers, no en vano el parecido entre esta banda y Darkane es más que notable, y seguro que Wildoer no se ha limitado solamente a tocar la batería y a cantar, sino que debe haber influido directamente en la composición de los temas. El juego entre voces limpias y guturales funciona aquí aun mejor que en anterior corte, más fluido, cantando incluso algunos pasajes a la par.

Bajamos un peldaño la velocidad y adquieren mayor importancia los teclados, que marcan la melodía a seguir en esta “Mislead”. Corte muy dinámico, con unos arranques marchosos que te hacer cabecear a la fuerza. Después del tercer solo antológico del disco, un aumento de revoluciones que sirve para cerrar el corte de forma magistral. Si bien de momento me he centrado bastante en el apartado vocal y compositivo, qué decir del trabajo de Wildoer en la batería, simplemente sensacional, de los baterías más creativos de la escena.

Suavizamos el ambiente con “Euphoric”, una semi balada preciosa, el tipo de cortes donde Labrie se mueve como pez en el agua. Y es que al César lo que es del César, a lo largo de su carrera Labrie ha conseguido ganar fans y detractores a partes iguales, ya que su tono de voz (sobre todo cuando sube en exceso los agudos) no es del agrado de todo el mundo. Pero en los temas más azucarados como este, siempre que limita esas subidas, Labrie lo borda.

Lo bueno no puede durar para siempre, y después de cuatro temas de gran nivel, el disco pierde algo de fuelle. El elemento sorpresa se desvanece en los temas siguientes, que aun siendo de gran calidad, acaban sonando excesivamente similares entre sí. La repetición de la fórmula acaba cansando y las melodías de los estribillos son demasiado parejas. De los cortes siguientes podríamos destacar por encima de la media la pegadiza “I Tried”, un corte de facilísima entrada donde los adictivos teclados te absorben ipso facto. Precisamente dichos teclados y los diversos cambios de voz de Labrie son la mejor baza del tema.

Cerramos con “Coming Home”, ahora sí baladita de lagrimita fácil. Y aquí amigo, no hay quien le tosa a Labrie, tan sencilla como agradable, rozando lo ñoño, pero te acabas rindiendo a su sutileza y elegancia, y es que en el fondo hasta el más duro de los metalheads tiene su corazoncito. 

Y hasta aquí el cuarto disco en solitario de James Labrie, un experimento relativamente arriesgado que acaba cuajando y nos hace pasar un buen rato. Y que le sirve tanto a Labrie como a nosotros para salir de la monotonía habitual.

Dos temitas para haceros una idea:



Temas:


1. One More Time

2. Jekyll or Hyde

3. Mislead

4. Euphoric

5. Over the Edge

6. I Need You

7. Who You Think I Am

8. I Tried

9. Just Watch Me

10. This Is War

11. Superstar

12. Coming Home


Formación:

James Labrie: Voz
Peter Wildoer: Batería, voces guturales
Ray Riendeau: Bajo
Marco Sfogli: Guitarra
Matt Guillory: Teclados