sábado, 31 de agosto de 2013

CRITICA: GOJIRA, The Way of All Flesh, (2008)

Artista: Gojira
Álbum: The Way of All Flesh
Género:Progressive/Groove/Death Metal
Nota: 9,5/10





Vamos hoy a por la banda francesa de metal, que más reconocimiento tiene a día de hoy.  Nada fácil lo tuvieron estos chavales en sus inicios, comenzaron su andadura metálica en 1996 bajo el nombre de Godzilla, que posteriormente tuvieron que cambiar a Gojira por problemas legales. Cuatro maquetas como Godzilla, hasta que en 2001 consiguen publicar su primer larga durada, “Terra Incognita”, ya bajo el nombre de Gojira. Su segundo trabajo “The Link”, obra de culto en el underground, les valió el contrato con Listenable Records para ediciones futuras.

Desde entonces, cada nuevo trabajo ha supuesto un paso adelante en su carrera, tanto a nivel de popularidad y reconocimiento, como en su personal evolución musical, que de momento, parece no tener límites.  Elegir un disco para presentar a los galos en el portal, se me ha hecho harto difícil, pues todos sus trabajos hasta la fecha son de un nivel extraordinario. Posiblemente el disco más aclamado de los franceses, y  el que los puso definitivamente al frente de las nuevas formaciones de metal, fue “From Mars to Sirius” en 2005., aunque quizás “The Way of All Flesh” es el disco más completo y complejo de los galos. En él podemos encontrar todavía la potencia y energía de sus primeros discos, combinada con toda su locura progresiva, y sus cada vez más evidentes influencias Sludge. Así pues, si te gusta este disco, te gustará toda su discografía.   

Como pilares del cuarteto tenemos a los hermanos Joe (voz y guitarra) y Mario (batería) Duplantier. Combo digno sucesor de los hermanos Cavalera, y es que viendo el material que desarrollan, uno está convencido de que en su casa tienen la discografía completa de los brasileños. Tal es la simbiosis, que incluso Joe participó como bajista y guitarra, en el disco “Inflikted” de Cavalera Conspiracy. Acabamos el line up con Christian Andreu a la guitarra, y Jean-Michel Labadie al bajo. Posiblemente una de las claves del sonido tan compacto y personal de la banda, sea el hecho de que mantienen la misma formación desde su creación.

Definir el sonido de Gojira utilizando las etiquetas habituales dentro del metal, se me antoja complicado. Los franceses beben de muchas fuentes distintas, digieren, y luego vomitan un veneno dulce con denominación de origen. Harto estoy de escuchar que en el metal todo está inventado, y no estoy del todo de acuerdo, puede que todas las bases estén sentadas, y que los mejores discos de algunos géneros en concreto ya estén hechos, y jamás se superarán. Pero siempre hay alguien dispuesto a evolucionar, ya sea dando la vuelta de tuerca a un estilo, o mezclando varios de ellos para conseguir dicho propósito.

Gojira pertenecen a esa estirpe, a esa movida auténtica y cabezona que hace lo que le sale de los mismísimos, pasando de presiones de discográficas, de comentarios de los fans, o número de copias vendidas. Dream Theater, Nevermore, Pantera, Opeth, Symphony X, Death, Mastodon, etc. “Aquí está mi material, o lo tomas o lo dejas, lo hago así porque quiero y porque a mí me gusta así, y voy a evolucionar hacia donde me interese, digas lo que digas tú y el resto del planeta”. Valga decir que este tipo de bandas, tienen la “virtud” de que la gente o los venera, o los odia, no suelen haber medias tintas con propuestas tan singulares. Para mí son unos putos genios, tú ya me dirás el que.

Con ahínco y tesón han conseguido una de las cosas más difíciles para un grupo hoy en día, y es tener un sonido propio y auténtico. A los pocos segundo de un tema, uno ya sabe perfectamente que se trata de Gojira, y eso es muy, pero que muy meritorio en los tiempos que corren, donde la mayoría de bandas que están englobadas dentro de un mismo estilo, suenan igual. Véase que la mayoría están producidas por el productor de moda de turno, y grabas en el los mismos estudios.

Gojira está por encima del bien y del mal, su música es una fusión entre el Death Metal de los Morbid Angel más contundentes y densos (véase etapa Gateways to Anihilation), la versión más Groove de los geniales Pantera y Machine Head (ambos consiguieron demostrar al mundo, que se podía hacer música altamente agresiva y energética, sin necesidad de infinitos blast beat a toda pastilla), y las profundas atmósferas Sludge de gente como Mastodon. Sin olvidar por el camino, las voces agónicas y desgarradas, que recuerdan en ocasiones al mejor Anders Fridén de In Flames. Así que los amantes de las etiquetas ya podéis anotar, Gojira practican un death-groove-sludge-progresivo de muchísima calidad, y llenito de elementos propios.

Falta la filosofía y temática del grupo, pues apunta, ecologismo y la relación del ser humano con el planeta. Ahí es nada, ganando puntos, pasando de vísceras y demonios, de “dragones y mazmorras”, de Torquemadas y demás. Preocupándose de lo que importa de verdad, la rama ecológica de las letras sociales del thrash.

Que Gojira hacen lo que les da la santa y real gana, es claramente visible cuando comienzan el disco con un corte como “Oroborus”, menuda patata caliente, ¿quién dijo miedo? Temazo que parece enlazar con el último corte de “From Mars to Sirius”, el extenso “Global Warming”. Un primer riff hipnótico que roza la absoluta paranoia, nos mete de lleno en materia. Dicho riff será la base por la que surfearán los galos a lo largo del tema, haciendo de las desesperadas voces in crescendo, su principal baza. Normalmente, la mayoría de bandas, intentan comenzar el disco con un tema pegadizo y de calidad, en muchas ocasiones, incluso con el mejor corte del plástico. Pero Gojira ya ha conseguido su legión de seguidores, y saben que ellos, conscientes de la versatilidad de la banda, sabrán apreciar un inicio de disco tan arriesgado.

Después de esta primera “sorpresa”, viene el primer mazazo del disco “Toxic Garbaje Island”, tema “Gojiresco” al cien por cien. Pura contundencia desde el inicio, Mario Duplantier comienza su particular recital de sincopados y polirritmias, y su hermano, ya con la garganta caliente, comienza a desgarrarse las cuerdas vocales a base de bien. Aparición de unos teclados atmosféricos a modo de órgano de iglesia hacia final del tema, no serán los últimos del disco.

Pero Gojira vienen con ganas de retos para este trabajo, con las intenciones de poner al límite nuestra paciencia, de demostrar toda su creatividad y ver qué cuerpo se nos queda. “A Sight to Behold” es de los cortes más arriesgados y variopintos de su carrera, comienza con unos samplers sobre los que se apoyará todo el tema. Las voces aparecen filtradas a modo de robot, y Mario acompañando toda esta locura con sencillos pero eficaces ritmos jazzies. Al final el tema resulta pegadizo de cojones.

“Yama’s Messengers” entra con tanta densidad, que por momentos parece que vaya a clavarse, rozando el tradicional slamming del Brutal Death Metal, aunque va intercalando partes algo más veloces para evitar un colapso mental. Turno ahora para la instrumental “The Silver Cord”, tema tan sencillo como agradable, un remanso de paz que nos permite reflexionar sobre el chaparrón que nos acaba de caer encima.

Hasta cierto punto podríamos dividir este disco en dos partes, la primera comprendería los cinco temas ya presentados, donde el protagonismo recae en la versión más progresiva y experimental del grupo, sin olvidar alguno de sus elementos característicos. Parece incluso que la instrumental haya sido un punto de inflexión como diciendo: “chavales, hasta aquí nuestra versión más paranoide, a partir de ahora toca tralla, así que iros preparando para la que os va a caer encima”. Y una segunda parte mucho más trallera y energética, más cercana a la potencia desarrollada en sus primeros lanzamiento. “Adoration for None” es un castañazo de nivelón, aparecen de forma descarada los típicos arrastres de guitarra, Mario comienza a maltratar el doble bombo de verdad, y Joe acentúa el growl todo lo que le permiten sus cuerdas vocales. Seis minutos de temazo, con una parte central de excelentes melodías vocales.

Ahora ya no pueden parar, “All The Tears” sigue por los mismos derroteros, derrochando potencia y mala ostia, para dar paso a la genial “The Art of Dying”, corte con inicio tribal y posterior arranque polirrítmico de gran complejidad técnica. Y aquí hago un punto y aparte para el aplauso al batería Mario Duplantier, un auténtico fenómeno. No es el batería más rápido ni el más técnico, pero posee una creatividad al alcance de pocos, en este sentido me recuerda mucho al gran Mike Portnoy de Dream Theater. Además, su dominio del doble bombo es impecable, un simbionte entre Comando Sandoval de Morbid Angel, y Raymond Herrera de Fear Factory, con un timing asombroso, capaz de aguantar el solo las canciones cuando estas flaquean (las pocas veces que lo hacen).

Y si no has tenido suficiente con su demostración de recursos en este tema, pasamos a “Esoteric Surgery”, mi favorito del disco, caigo de rodillas ante esta entrada a modo de apisonadora, con un riff extra vibrante y una base de doble bombo tan clavada, que se hace incluso insultante por su perfección. Te vas a hartar de escuchar el adictivo ritmo, pues conscientes de su pegada, no dudan en utilizarlo durante varias fases del tema. En un estilo similar se mueve “Wolf Down the Earth”, y entre medio de ambas nos encontramos con “Vacuity”, uno de los temas donde el ramalazo Sludge se hace más evidente, gran corte que firmarían los compañeros de batalla Mastodon, sin lugar a dudas.

Cierre con el tema que da título al disco, “TheWay of All Flesh” arranca con Mario brillando por enésima vez, vuelve a aparecer toda la gama de elementos “Gojirianos” y el tema se desvanece cerca de los siete minutos, con un riff paranoico similar al del primer corte del disco. Aguantamos en silencio hasta los doce minutos y medio aproximadamente, para finalizar el tema con una atmósfera relajante, la guinda al pastel.

Gojira lo volvió a lograr, después de la lluvia de alabanzas cosechada con su anterior “From Mars to Sirius”, consiguieron dar un paso más en su evolución musical, con una apuesta arriesgada, experimentando con nuevos sonidos, intentando llevar su música más al límite si cabe. Apostando por la progresión y la innovación, creyendo en ellos mismos más que ninguna otra persona en el mundo. Buscando su espacio y consiguiéndolo, no queda otra que felicitar a estos franceses por su dedicación y tesón. Bandas con esta actitud y entrega son las que conseguirán que la buena música no muera jamás. Bravo Gojira. Una banda destinada a ocupar un lugar destacados cuando los titanes ya no estén (y algunos hace muchos años que ya no tendrían que estar).

Os dejo con "Oroborus" temazo por excelencia y mi preferida "Esoteric Surgery":





CRITICA: DAN SWANÖ, "Moontower" (1999)

Artista: Dan Swanö
Álbum: Moontower
Género: Melodic Death Metal/Progressive Metal
Nota: 10/10



Cuando a uno le da por citar a alguno de los genios creativos que pululan por el universo “deathmetálico”, rápidamente aparecen los nombres de Chuck Schuldiner, Mikael Akerfeldt, Peter Tägtgren, Ihshan, Devin Townsend o Trey Azagthoth entre otros. Pero, injustamente,  en pocas ocasiones veremos en dicha lista a uno de los compositores más grandes que haya parido madre, aparte de ser también uno de los productores más importantes en la historia del Death Metal, como no, hablamos del gran Dan Swanö. Solo con mencionar algunas bandas producidas por él a uno ya le entran escalofríos, Opeth, Marduk, Dissection, Katatonia, Novembre, etcétera, y si nos vamos a los proyectos musicales la cosa ya se sale de madre, Bloodbath, Edge of Sanity, Pan.Thy.Monium y otro largo etcétera.

Hablamos sin duda de uno de los artistas más polifacéticos que jamás haya dado la escena. Multiinstrumentista y tremendo vocalista, el metal jamás ha hecho justicia con su carrera, y la mayoría de sus proyectos siguen siendo exclusivos para unos cuantos arqueólogos del metal, que una vez descubren alguna de las formaciones en las que ha trabajado este individuo, deciden indagar más y más para ir conociendo todo lo que ha sido capaz de inventar este monstruo a lo largo de su carrera. Curiosamente este “Montoower” es el único disco donde todos los instrumentos corren exclusivamente a cargo de Swanö, y el resultado no podía ser mejor.

Para fabricar semejante maravilla el señor Swanö se toma un relativo descanso de su banda principal Edge of Sanity, y trabaja duro para elaborar una de las gemas preciosas más relucientes que jamás haya tenido el sector del Death Melódico Progresivo. Sí, hoy te avanzo la primicia y si andas algo gandul te ahorras leer la reseña entera, OBRA MAESTRA, así en mayúsculas, no hay más, si piensas discutírmelo me da igual, porque no te voy a hacer ni caso, mejor dicho, “Moontower” por si solo posee tantos argumentos para defenderse que, cayendo por su propio peso, va a acabar dándome la razón.

“Moontower” es de ese tipo de discos que entra hasta sin querer, su Death Melódico es tan y tan agradable, tan sutil, tan melodioso, tan hipnótico y adictivo, que cuando uno acaba de escuchar sus escasos tres cuartos de hora de duración, tiene la irresistible tentación de volver a darle al play, pues es un trabajo que podrías estar escuchándolo durante días enteros sin descanso que jamás te cansarías de él. “Moontower” no necesita ningún tipo de predisposición anímica para ser degustado, tengas el día que tengas, te sientas como te sientas, si mirando cajas de cd’s se cruza en tu camino esta delicia, lo vas a acabar poniendo sí o sí. Y es que parecerá una tontería, pero uno necesita un estado de ánimo concreto (ganas de partir cabezas) para zumbarse un “Breeding the Spawn” de Suffocation, o un “Icon” de Paradise Lost (fase depresiva total). En cambio “Moontower” siempre viene bien, un disco de Death Metal de los que “no hacen daño”, de los que te alegran el día, en ese sentido, y comparándolo con discos de un estilo relativamente similar, me recuerda bastante a un “Swansong” de Carcass, un “Colony” de In Flames, o un “Wolverine Blues” de Entombed.

Así que avisado estás, hoy no toca partir cervicales ni encabronarse como un mandril con almorranas. Dan Swanö ha fabricado este proyecto tan exclusivo y personal, para hacerte pasar un buen rato disfrutando de una mezcla única entre Death Metal, presente sobretodo en las voces y la distorsión de las guitarras, con rock progresivo de los setenta, con los teclados como principal baza. O tal y como lo definió el mismo Swanö en su momento, “Moontower es como si Rush hubiese decidido hacer Death Metal en los setenta”, y por supuesto razón no le falta.

“Moontower” es de esos discos que te atrapa desde el segundo cero, solo con el primer riff de teclados uno ya se pone en alerta, esto promete, y sin tiempo a perfilar ninguna duda ya aparece esa distorsión de guitarra tan cruda y la apabullante voz de Dan para acabarte de convencer. Por si no tienes suficiente en 2:18 tienes un breve impás que te dejará perplejo por lo bien que encaja con el todo de “Sun of the Night”, vuelta a la carga, y en tan solo un minuto aparecen de nuevo las acústicas seguidas de una preciosa melodía de piano que a su vez da paso a uno de los mejores solos de todo el disco, secundado por una base rítmica tan sencilla como efectiva.

¿Qué, cómo se te ha quedado el cuerpo? Estás alucinando, seguro, al menos el aquí presente se quedó helado a las primeras de cambio, y eso que yo soy bastante malo en las primeras escuchas. Pues si con el primer tema has flipado agárrate bien, porque el nivel del resto del disco es exactamente igual de alto, incluso me atrevería a decir que en algunos cortes Dan intentará superar la barrera de la perfección. “Patchworks” entra con unos teclados de película de ciencia ficción de los años ochenta que pronto desembocan en un tremendo riff de guitarra que vuelve a patearte el culo por su sencillez colmada de gancho. ¿Cómo se puede hacer que algo suene tan relativamente sencillo y a la vez sea tan adictivo? Suerte que al señor Swanö no le dio por fabricar drogas de diseño, porque si no seguro que se hubiese multiplicado el número de sobredosis. Y hay más, el resto de riffs tanto de teclado como de guitarra que van apareciendo siguen siendo puro veneno dulce, y si a todo esto le sumamos lo soberbio del trabajo en las voces pues ya lo tienes, dos cortes de 10 seguidos.

El problema lo tengo yo ahora, pues os acabo de ensalzar los dos primeros temas como si fueran la quinta esencia, y resulta que “Uncreation” se muestra incluso unas décimas superior a sus antecesores. Los teclados de “Uncreation” son una de las cosas más bellas que un servidor se ha llevado a la oreja en su carrera como metalhead, que exquisitez, que delicadeza, que finura, que… Tercer tema y ya me estoy quedando sin adjetivos, acabar esta reseña va a ser una ardua tarea, y eso que solo son ocho cortes. Los dos solos siguen por la misma línea de lindeza musical, y si a esto le sumamos la energía con la que Dan canta en este corte, apaga y vámonos. Cada vez que pronuncia la frase “Oh uncreation” se me ponen los pelos como escarpias, de verdad.

“Add Reality” sigue por los mismos derroteros extra melódicos, con unos teclados que lo abarcan todo y otro magistral trabajo de Dan a la voz, llegando a su punto culminante en el minuto en 4:50 cuando después de un breakdown de piano el maestro se arranca con unas preciosas voces limpias cargaditas de sentimiento que se alargaran hasta cerrar el corte, no en vano la letra de la canción es muy melancólica sin caer en la ñoñería, y este detalle le va al pelo.

Después de dos cortes tan ralentizados toca un poquito de marcha, Dan es consciente y “Creating Illusions” entra bastante animada, el corte más “opethiano” del disco, algo se le tenía que pegar del amigo Akerfeldt después de haber trabajado con él, aunque seguro que su compadre jamás hubiese “abusado” de los teclados como lo hace él. “The Big Sleep” se muestra en una línea muy similar, vamos que se parece un montón pero es diferente, menudo maestro. En el minuto 2:42 vuelven a aparecer las voces limpias (por segunda y última vez) con la misma emotividad o incluso más si cabe que en “Add Reality”. La pregunta es obligada, señor Swanö ¿porqué no hay más voces limpias en el disco con lo buenas que son y lo bien que quedan? Solo el crack sueco tiene la respuesta, y me da que no me la va a contestar a mí.

“Encounterparts” aparece como el único corte instrumental del plástico, y por si todavía no habías detectado el tufillo a Rush en lo que va de disco (debes de tener la nariz muy pero que muy tapada), este temazo te sacará de dudas. ¿Alguien dijo YYZ? Efectivamente, no hay que ser un genio para ver el parecido entre el inicio de la mítica pieza de los canadiense y “Encounterparts”. Esta instrumental, sin ser la quinta esencia técnicamente hablando, es un corte sólido y muy bien cohesionado, lejos de sonar a un montón de ritmos enganchados con silicona, la canción fluye como agua de manantial, ruidosa pero agradable y continua. Deslizándose sutilmente por tus neuronas y dejando una huella tenue pero impertérrita en tu cerebro. Te has quedado totalmente acojonado, tienes la irresistible tentación de tirar hacia atrás para volverla a escuchar, pero hay que ser fuerte, solo te queda un tema y seguro que no te lo quieres perder, además a estas alturas ya sabes que en cuanto acabe el disco lo vas a volver a poner, tal y como ya te advertía yo unos párrafos más arriba.

“In Empty Phrases” sigue con la tónica general del disco, poca velocidad, mucha melodía, preponderancia de los teclados y Swanö con su particular exhibición vocal. Puede que por momentos veamos aquí algunos destellos de los neoyorquinos Dream Theater, no en vano siempre fueron alumnos aventajados de los canadienses Rush.

Y ahora sí ya os dejo tranquilos, crónica completa para un disco que se merece todas estas líneas y dos millones más, una deslumbrante pieza de orfebrería metálica que se da una vez cada equis años. “Moontower” no es el disco más rápido, ni el más técnico, ni el más complejo, pero contiene una magia especial que lo convierten en único e irrepetible. La mejor formación posible y la mejor producción que el dinero puede pagar, no pueden asegurar una obra magna de este nivel. “Moontower” con mucho menos, acaba llegando como al alma como cualquier otra master piece de “lo nuestro”. El dinero puede comprar muchas cosas, pero el talento y la inspiración no. Y si a día de hoy todavía no hemos disfrutado de un “Moontower II”, creo que es porque el señor Dan Swanö es consciente de que sería imposible volver a plasmar un trabajo tan mágico como este.

Un par de regalitos, dos joyazas "Sun of the Night" y "Uncreation":





CRITICA: WATAIN, The Wild Hunt (2013)

Artista: Watain
Álbum: The Wild Hunt
Estilo: Black Metal/Melodic Black Metal
Nota: 8/10



¿Evolución, madurez o asalto comercial? No es demasiado habitual comenzar una reseña haciéndose esta pregunta, pero esas fueron las dudas que asaltaron al que hoy escribe después de la primera escucha del nuevo trabajo de Watain “The Wild Hunt”, por diversos factores que intentaré ir desglosando a lo largo de este escrito. Los suecos Watain vuelven a la carga con el que sin duda va a ser el disco de su carrera de mayor controversia, un trabajo que agradará a muchos, que les hará ganar nuevos adeptos y que puede enojar a cierto sector más “true” de seguidores. Cierto es también que Watain han llegado a un punto de su carrera en que gracias al respeto conseguido con sus anteriores trabajos, ya pueden permitirse el lujo de orientar su carrera hacia donde más les plazca sin tener que justificarse ante nadie.

La verdad es que tampoco hace falta ser alarmista, no estamos hablando de ningún giro de ciento ochenta grados, y además al buen seguidor de los suecos, este movimiento tampoco debe resultarle excesivamente sorprendente, pues es algo que hasta cierto punto era previsible. No en vano siempre fueron considerados como los nuevos Dissection, y sus compañeros de armas, dentro de su propuesta Black, siempre incluyeron muchísima melodía y cantidad de detalles afines al Heavy tradicional.

Después de escuchar el disco un buen número de veces y reflexionar un poquito, uno puede responder a la pregunta del principio haciendo uso de las tres posibilidades planteadas. “The Wild Hunt” es el claro reflejo de la evolución y madurez tanto personal como musical, de unos chavales que con apenas veinte años ya sorprendieron al sector Black su disco debut “Rabid Death’s Curse”. Un trabajo rabioso y rebelde, con una horrible producción y con un Hakan Jonsson que tenía unos problemas terribles para clavar los tempos. Pero el disco desprendía una energía y visceralidad que únicamente pueden generar las hormonas de un adolescente cabreado con el mundo, y les valió para conquistar el corazón negro de los seguidores más “trues”. De ahí en adelante cada disco fue un pequeño paso en su progresión, y ahora, pasada ya la barrera de los treinta, definitivamente han decidido bajar pistonada.

En cuanto a la tercera posibilidad, la cosa está clara. Por mucho rollo que nos quiera vender el señor Erik Danielsson sobre la lealtad de la banda a la filosofía del Black Metal, el corpse paint pertinente, los pinchos, el cuero, las tachuelas, las fotos con serpientes, y demás “truismos” varios, al final lo que acaba siendo importante es lo que mueve este jodido mundo, que es sin duda el dinero. Y Watain son más que conscientes que con este disco aumentan considerablemente las posibilidades de abarcar un mayor número de público, y por ende, de ganar más dinero. Solo hay que ver el nivel de marketing alcanzado con el lanzamiento de este nuevo trabajo (camiseta de regalo para los primeros cincuenta compradores del disco, una edición limitada Box Set con dos 7”, tapete de altar, postales, pin y no sé cuantas chorradas más).  Y una cosa no debe estar reñida con la otra, que una banda pase a ser más accesible por así decirlo no implica que el material en cuestión sea malo. Para muchos el “Countdown to Extinction” de Megadeth es una obra maestra, y supuso un bajón de revoluciones considerable respecto a su anterior “Rust in Peace”.

La atmósfera lúgubre en los trabajos de Watain siempre ha sido una constante, y tiene su mérito pues ya sabemos lo reacios que son los suecos a utilizar teclados, orquestaciones o cualquier otra “ayuda” para conseguirlo (aunque en este disco se les escapan algunas). En esta ocasión la intro inicial “Night Vision” se encarga de dicha tarea con muy buen resultado, y eso que el tema en sí no es ninguna proeza, pero consigue meternos de lleno en el universo oscuro de Watain. Acto y seguido aparece el primer trallazo del disco “De Profundis”, riff asesino, explosión y a darle cera, tema completito, con muy buenas guitarras y que sirve para darnos cuenta de que la producción del disco está más cuidada que en entregas anteriores, siguen sonando crudos y Old, pero los instrumentos se oyen con una nitidez que no habían conseguido hasta la fecha.

Espero que el anterior corte os haya cundido, pues van a tener que pasar unos cuantos temas hasta encontrar un trallazo de similares características. Las siguientes “Black Flames March” y “All That May Bleed” se mueven en unas constantes menos veloces, cercanas al medio tiempo, intentando conseguir la intensidad a través de atosigadores riffs estirados y los juegos de voces de Danielsson, sin duda me parece mucho mejor el segundo corte que el primero, mucho más dinámico, con una escala que cuando sube pone los pelos de punta, y unas líneas de bajo muy potenciadas que quedan de cine.

“The Child Must Die” es un tema sorprendente, posiblemente el momento clave donde comienza el giro sonoro del disco. Arranca con un riff muy heavy sustentado en una cabalgada de doble bombo más propia del Power que del Black. El tema va intercalando compases más lentos con nuevos ataques de batería, siempre con una línea melódica que posee mucho gancho, y nos va preparando el cuerpo para el que es sin duda el “sorpresón” del disco, la balada “They Rode On”. Sí, sí, habéis leído bien, una balada en toda regla, sin esconderse, ni medios tiempos ni ostias, y con Danielsson cantando el tema íntegramente con voces limpias. Ahora viene cuando tendría que deciros que el tema en sí llega a lo más profundo del alma…que es fría y cálida a la vez…y otras ascensiones del espíritu, pero que queréis que os diga, sinceramente pienso que es un corte que se queda a medio camino. El tema tiene su aura mística, un rollete melódico que me recuerda bastante a “Children of the Damned” de Iron Maiden, pero creo que hay un par de errores. Primero su excesiva duración (casi nueve minutos), y segundo pienso que al igual deberían haber buscado una colaboración en las voces para el tema en cuestión, pues la voz de Danielsson no es que sea precisamente prodigiosa. Sin duda este será uno de los cortes del disco que más va a dar que hablar.

Tal y como era de esperar, después de tal afrenta Watain ataca con el segundo trallazo del plástico “Sleepless Evil”. Que ya entra de buen inicio con un blast beast a palo seco al que se le irán uniendo el resto de instrumentos. Tema certero, macarra, hardcore de inicio, con interludio pausado pasado el horizonte y posterior solo salvaje. El corte en sí no es nada del otro mundo y acaba convirtiéndose en una frontera obligada entre la balada anterior y “The Wild Hunt”, que acaba siendo una especie de segunda balada embutida en el cuerpo de un medio tiempo, incluso en algunos momentos las guitarras son tan similares a “They Rode On” que a uno le parece estar escuchando la continuación de dicho tema. Eso sí, el final con guitarra española queda cojonudo.

Y después de tanto adormecimiento llega uno de los cortes más interesante del disco, “Outlaw” entra fresca y dinámica, con cierto aire modernete, propio de bandas como Dimmu Borgir o Old Man’s Child. Poco tarda en embalarse, y al final acaba descubriéndose como una gran pastilla de anfetaminas que sirve para reactivarnos un poquito. Y de verdad que nos va a hacer falta, pues el siguiente tema “Ignem Veni Mittere” es puramente instrumental, y brilla mucho más por su melodía que no por su fuerza y velocidad. Encontraremos consuelo pues en el último corte del disco “Holocaust Dawn”, que a modo de resumen contiene un poquito de todo, partes algo más veloces combinadas con buenas dosis de melodía y acertados pasajes cargantes aguantados con el incombustible doble bombo de Hakan.

“The Wild Hunt” va a ser sin duda el disco de la discordia, convencido estoy de que algunos lo ensalzarán como la quinta esencia del Black Metal y otros lo catalogarán como el principio del fin de Watain. Yo por mi parte me mantengo de forma prudente en un término medio, creo que es un buen trabajo, disfrutable, pero que en algunos momentos se hace algo tedioso. Personalmente valoro mucho el empeño, ahínco y dedicación de estos chicos, que sin ser ningunos genios han conseguido perfilarse como una de las bandas más reputadas de la escena blackmetalera actual, aunque no sé hasta qué punto han ganado tal reconocimiento por la calidad de sus trabajos o por lo huérfana que anda la escena Black actual de buenas formaciones.

Aquí os dejo con uno de los temas que mejor define este cambio de rumbo, "All That My Bledd", a medio camino entre lo agresivo y su lado más melódico/heavy: